La central importancia de la imagen en nuestras sociedades hace referencia directa a las mutaciones que sufren la cultura y la economía, como así a las grandes transformaciones institucionales y a los vínculos entre las personas.
¿Estaremos afirmando, entonces, que una imagen vale más que mil palabras?
Sin embargo, son las palabras las que dotan de sentido a las imágenes visuales creadas por el hombre y reproducidas hasta el infinito por la tecnología.
A la hora de comprobar su eficacia resultan poderosos dispositivos de persuasión actúan estimulándonos y propiciando cambios en el accionar de nuestras vidas.
Y aunque ver y comprender no siempre van unidos de la mano, las experiencias humanas son sustancialmente visuales.
Según Nicholas Mirzoeff la vida moderna se desarrolla en la pantalla A lo que podríamos agregar que la imagen seleccionada y creada adecuadamente logra efectos trascendentales en quienes la consumen. La presencia de cámaras ubicadas en cajeros automáticos, supermercados, autopistas, centros comerciales dan somera cuenta de la incidencia visual en la vida moderna. Es así como casi siempre existe alguien que observa o graba lo que hacemos.
Hoy prepondera de manera sustancial la pantalla de TV, de celulares, de la computadora, del cine. Pero además, lo son en menor escala tanto el afiche como el papel impreso de libros, folletos, volantes, propagandas gráficas.
Repasando sucesos con imágenes atrapadas por aficionados citamos los ejemplos del choque del Boeing contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. Y más cerca aún, en nuestro país, el 18 de julio de 1994, el atentado a la AMIA.
Asimismo, a lo largo de la historia de la humanidad, existió y persiste la lucha denodada entre el miedo y la idolatría que despiertan las imágenes en los seres humanos.
Yendo más atrás en el tiempo, citamos el ejemplo de los colonizadores que arribaron a tierras americanas echando por tierra “falsos íconos” en su afán de sustituirlos por “imágenes verdaderas”
referidas al Cristianismo.
Para lograr sus cometidos en un mensaje unívoco e infalible, esos hombres no basaron sus argumentos en sustentos espirituales tales como el bautismo ni la conversión religiosa, sino que invocaron
y esgrimieron ventajas materiales: buenas cosechas o abundantes lluvias.
Es así como el Cristianismo fue planteado basándose en imágenes.
No obstante, sabemos que existe la imagen idolatrada o sobrevalorada.
Susan Sontag afirma que no por verlas seremos más sensibles al dolor ajeno, agregando que los efectos de los espectadores no pueden preverse mínimamente, ya que las fotografías de una atrocidad pueden producir reacciones opuestas, en lo que a guerras o violencias extremas se refiere.
El problema se centraliza en lo que se hace luego de ver dichas imágenes; cómo se reacciona una vez experimentadas las emociones que provocan en quienes las observan.
¿El hecho de contemplarlas hace que seamos seres humanos más sensibles al dolor, al espanto que producen actitudes y decisiones tomadas a tantos miles de kilómetros de distancia del lugar en el
que suceden o sucedieron los hechos?
El meollo, entonces, podría ser el no entendimiento de esas imágenes.
Y la dificultad mayor es la dificultad para traducirlas en acciones cuya propuesta sea revalorizar al ser humano como tal, con sus falencias y aciertos.
¿Estaremos afirmando, entonces, que una imagen vale más que mil palabras?
Sin embargo, son las palabras las que dotan de sentido a las imágenes visuales creadas por el hombre y reproducidas hasta el infinito por la tecnología.
A la hora de comprobar su eficacia resultan poderosos dispositivos de persuasión actúan estimulándonos y propiciando cambios en el accionar de nuestras vidas.
Y aunque ver y comprender no siempre van unidos de la mano, las experiencias humanas son sustancialmente visuales.
Según Nicholas Mirzoeff la vida moderna se desarrolla en la pantalla A lo que podríamos agregar que la imagen seleccionada y creada adecuadamente logra efectos trascendentales en quienes la consumen. La presencia de cámaras ubicadas en cajeros automáticos, supermercados, autopistas, centros comerciales dan somera cuenta de la incidencia visual en la vida moderna. Es así como casi siempre existe alguien que observa o graba lo que hacemos.
Hoy prepondera de manera sustancial la pantalla de TV, de celulares, de la computadora, del cine. Pero además, lo son en menor escala tanto el afiche como el papel impreso de libros, folletos, volantes, propagandas gráficas.
Repasando sucesos con imágenes atrapadas por aficionados citamos los ejemplos del choque del Boeing contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. Y más cerca aún, en nuestro país, el 18 de julio de 1994, el atentado a la AMIA.
Asimismo, a lo largo de la historia de la humanidad, existió y persiste la lucha denodada entre el miedo y la idolatría que despiertan las imágenes en los seres humanos.
Yendo más atrás en el tiempo, citamos el ejemplo de los colonizadores que arribaron a tierras americanas echando por tierra “falsos íconos” en su afán de sustituirlos por “imágenes verdaderas”
referidas al Cristianismo.
Para lograr sus cometidos en un mensaje unívoco e infalible, esos hombres no basaron sus argumentos en sustentos espirituales tales como el bautismo ni la conversión religiosa, sino que invocaron
y esgrimieron ventajas materiales: buenas cosechas o abundantes lluvias.
Es así como el Cristianismo fue planteado basándose en imágenes.
No obstante, sabemos que existe la imagen idolatrada o sobrevalorada.
Susan Sontag afirma que no por verlas seremos más sensibles al dolor ajeno, agregando que los efectos de los espectadores no pueden preverse mínimamente, ya que las fotografías de una atrocidad pueden producir reacciones opuestas, en lo que a guerras o violencias extremas se refiere.
El problema se centraliza en lo que se hace luego de ver dichas imágenes; cómo se reacciona una vez experimentadas las emociones que provocan en quienes las observan.
¿El hecho de contemplarlas hace que seamos seres humanos más sensibles al dolor, al espanto que producen actitudes y decisiones tomadas a tantos miles de kilómetros de distancia del lugar en el
que suceden o sucedieron los hechos?
El meollo, entonces, podría ser el no entendimiento de esas imágenes.
Y la dificultad mayor es la dificultad para traducirlas en acciones cuya propuesta sea revalorizar al ser humano como tal, con sus falencias y aciertos.
Ayacucho - Buenos - Aires - Argentina
Contacto: lilipintos@yahoo.com.ar
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