domingo, 20 de diciembre de 2009

Nº 51 - Verano 2009/2010

Pueblos Ranqueles 2009


Celebramos una vez más juntamente con el Ipem Nº 141 "Dr Dalmacio Vélez Sarfield" de Huinca Renancó, que este año cumplió sus Bodas de Oro, sus 50 años brindando educación a nuestro jóvenes, la segunda edición del certamen literario denominado "Pueblos Ranqueles", destinado a premiar con una estatuilla que hace honor a nuestros primeros habitantes que poblaron estas regiones del centro del país, a la obra literaria de tantos hacedores de la palabra.
De un total de alrededor de 140 trabajos, provenientes de diversos puntos del país, nuestra ciudad, región , como así también de Latinoamérica y España, el jurado designado por dicho establecimiento educativo y nuestra revista, que curiosamente también este año atravesó los umbrales de los cincuenta ejemplares, desde sus inicios allá por la década de los 80 cuando inició su circulación de manera artesanal, hoy con los adelantos de la tecnología se convierte en una publicación masiva a través de la red de Internet, seleccionó a los siguientes autores, en los rubros de poesía y narrativa:
POESÍA:

PRIMER PREMIO: CUANDO REGRESEN LAS ABEJAS
AUTORA: IRMA DROZ - Santa María de Punilla (Córdoba)

PRIMERA MENCIÓN: PIETRO DE LA NOSTALGIA
AUTOR: JOSÉ LUÍS FRASINETTI Gral Belgrano (Bs As)

SEGUNDA MENCIÓN EL PODER DE UNA PALABRA
AUTORA: MARÍA J .MARRODÀN GIRONÈS Logroño (España)

TERCERA MENCIÓN: EL PODER QUE DUELE
AUTORA: GRACIELA FERREYRA. Pergamino (Bs As)

NARRATIVA

PRIMER PREMIO: MACACHINES EN FLOR Y PECHITOS COLORADOS
AUTOR: NÉSTOR RUBÉN CALÒS Merlo (Bs As)

PRIMERA MENCIÓN: DELICIA
AUTOR: ELIO BERNABÉ PIÑERO Paraná (Ente Ríos)

SEGUNDA MENCIÓN: UNA PARTE DE MÍ, CON ELLA
AUTORA: STELLA MARIS BERTINELLI DE INGOLOTTI Quilmes (Bs As)

TERCERA MENCIÓN: UN TIEMPO QUE ENCOGE
AUTOR: ELBIS GILARDI (Brikmann (Córdoba)

Felicitamos a ganadores y participantes del mismo, al mismo tiempo que agradecemos la loable e importante participación en iniciativas de estas características que provienen de una escuela pública como es el Ipem Nº 141 "Dr Dalmacio Vélez Sársfield" y de nuestra revista literaria, ya que permiten su continuidad en el tiempo.
En el próximo número se publicarán los trabajos que recibieron menciones especiales

Charles Bukowski



Manual de combate

Dijeron que Céline era un nazi
dijeron que Pound era un fascista
dijeron que Hamsun era un nazi y un fascista.
pusieron a Dostoievsky frente a un pelotón
de fusilamiento
y mataron a Lorca
le dieron electroshocks a Hemingway
(y vos sabés que se pegó un tiro)
y echaron a Villon de la ciudad (París)
y Mayakovsky
desilusionado con el régimen
y luego de una pelea de enamorados,
bueno,
también se pegó un tiro.
Chatterton se tomó veneno de ratas
y funcionó
y algunos dicen que Malcom Lowry se murió
ahogado en su propio vómito
borracho.
Crane se tiró a las hélices
del barco o a los tiburones.

El sol de Harry Crosby era negro.
Berryman prefirió el puente.
Plath no encendió el horno.

Séneca se cortó las muñecas en la
bañera (es la mejor manera:
en agua tibia)
Thomas y Behan se emborracharon
hasta morir y
hay muchos más.
¿y vos querés ser un
escritor?

es esa clase de guerra:
la creación mata,
muchos se vuelven locos,
algunos pierden el rumbo y
no lo pueden hacer
nunca más.

algunos pocos llegan a viejo.
algunos pocos hacen plata.
algunos se mueren de hambre (como Vallejo).
es esa clase de guerra:
bajas por todas partes.

está bien, adelante
hacelo
pero cuando te ataquen
por el lado que no ves
no me vengas con
remordimientos.

ahora me voy a fumar un cigarrillo
Nacido con el nombre de Heinrich Karl Bukowski (Andernach, 16 de agosto de 1920 - Los Ángeles, 9 de marzo de 1994), fue un escritor y poeta estadounidense. A menudo fue erróneamente asociado con los escritores de la Generación Beat, debido a sus similitudes de estilo y actitud. La escritura de Bukowski está fuertemente influida con la atmósfera de la ciudad donde pasó la mayor parte de su vida, Los Ángeles en los Estados Unidos. Bukowski fue un autor prolífico, escribió más de cincuenta libros, incontables relatos cortos y multitud de poemas Murió de leucemia en 1994, a la edad de 73 años. Hoy en día es considerado uno de los escritores estadounidense más influyentes y símbolo del "realismo sucio" y la literatura independiente. Entre su vasta obra podemos mencionar : "Una de las más ardientes y otros poemas", "Poemas de la última noche de la tierra" , "Madrigales de la pensión", "Cartero" ,"Factótum", "La senda del perdedor", "Hollywood" ,: "Secuelas de una larguísima nota de rechazo" , El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco"

Leyendas Argentinas








El Crespín

Crespín tenía una hermosa mujer como esposa, se amaban, perro ella tenia una adición incontrolable por el baile. Esta preferencia causaba peleas que desembocaron en el abandono de la mujer a su marido. Así podría bailar hasta el amanecer en cuanta bailanta se la invitara. Cierta vez tuvo noticias de una grave enfermedad de Crespín. Respondiendo a su sincero amor concurre al rancho, donde encuentra a su marido en estado delicado. Rápidamente sale a buscar a la curandera, pero en el camino encuentra un concurrido baile. No puede resistir sus ganas de danzar y se queda hasta el final. Cuando regresa, su esposo yace muerto. Dios la castiga, transformándola en un solitario pajarito, que va llamando incesantemente a su marido.
Crespín …., Crespín…., Crespín.
(Leyenda santiagueña – Argentina).

Néstor Rubén Calós

Macachines en flor y pechitos colorados

La pampa desmedida, extensa como un mar quieto y dormido, sin árboles, edificaciones o referencias que pudieran jalonar sus distancias inmensas, era todo el paisaje que el viejo coronel Edelmiro Romano podía regalarse desde su puesto de vigía, mientras fumaba un habano en la galería sombreada de la casa.
Tenía 76 años bien llevados, todavía era ágil y conocía los trabajos del campo en los detalles necesarios.
El buen pasar de su vejez estaba asegurado por la pensión vitalicia, que el gobierno le otorgara a su “meritoria campaña” en la Conquista del Desierto, y unos logros en bien de la “Pacificación” con algunas tribus; sellada por títulos a perpetuidad con esa estancia que compartía con sus hijas, yernos, media docena de peones leales y un indio huiliche, desertor de Calfucurá, casi tan viejo como él, que le servía de asistente
Solía recibir en ella a sus amigos de la sociedad porteña, agasajándolos con esplendor y confortable hospitalidad. Presumía de su gusto mundano mostrando un salón confitería importado de Francia de cielorraso muy alto, con arañas y cuadros de colección, para que sus invitados no fueran a extrañar en su estancia los placeres y refinamientos capitalinos, y disfrutaba del asombro que causaban esos grandes ventiladores ingleses que mantenían el ambiente siempre fresco, aún en las agobiantes tardes de verano.
La estancia, como atalaya y mojón, pintada de rosa fuerte y rebautizada “Doña Agustina” luciendo un mástil siempre embanderado sobre el techo más alto, reinaba en medio de aquella extensión de veranos polvorientos y crudos inviernos, cuyas primaveras se anunciaban por la aparición de las rojas (sólo rojas) flores de los canteros cercanos a la casa, los macachines en flor y las manchas en el suelo de las bandadas de pechitos colorados, que en ese tiempo todavía recorrían la pampa
Ese verde océano inmóvil rodeando la casa, era algo más que la extensión que mostraba a simple vista. Un observador acostumbrado podría notar la diferencia sólo con escuchar los ruidos al comenzar el día. Animales llamando a sus crías, canto enloquecido de pájaros y gallos, balar, mugir, ladrar, gritos, cacareos; el trajín de las primeras labores en la cocina y el galpón, era la bullanga que iniciaba la mañana y, a poco que se prestara atención, se podía sentir el indescifrable ruido, que viene de quién sabe qué lejanías, propio del campo cuando sale el sol.
Antes del mediodía, el coronel, como le decían en la casa, salvo el “tatita” de las hijas y el respetuoso “mi coronel” de los peones; encontraba siempre algún interlocutor dispuesto a prestar oreja a su repetido relato de militar expedicionario; menos el indio viejo, que era un poco sordo y decía no entender bien el castellano. Se referían, por lo general, a la gloria de sus incursiones por las Salinas Grandes, entre los ranqueles, boroganos y pampas, a los que se jactaba de haber tratado como un militar Levantando el dedo índice como predicador, afirmaba que todos eran hijos de Dios puestos a veces en el mal camino. No decía que en pago a esos servicios se le había otorgado, además de la pensión, aquella propiedad y unas dos mil hectáreas de campo flor; antigua herencia de un conocido opositor, muerto de mala muerte en esa misma casa, no bien se conoció el resultado del combate entre los “Revolucionarios del Sur” y los Federales allá por Chascomús, el 7 de noviembre del 39.
de honor. Pasaba el día en solitario, dado en materializar recuerdos de ánima viva en las cosas que le rodeaban. Se veía mozo y al galope por los llanos que su vista seguía hasta el horizonte. Su mangrullo de vigía era aquel algarrobo colorado cercano a la casa de los peones; su sillón de hamaca, el puesto de comando; la galería, el cuartel general de operaciones y el plano de acción de guerra, el arabesco de las baldosas.
Esa noche, cargada con el perfume de los jazmines y un presagio de tormenta, cenaron temprano. El coronel abusó de las anécdotas (ya conocidas) inspiradas en la ignorancia que aquellos salvajes tenían sobre ciertos aspectos de la civilización, y la ignorancia de las indias sobre ciertos aspectos.
Rió, entre comida y bebida abundantes, por la afilada procacidad de su ingenio, mientras volvía a beber esperando los postres, que se hicieron desear. Sin dejar sus bromas, salió a fumar su acostumbrado media corona en el sillón hamaca y puesto de comando; el indio viejo le alcanzó un té de yuyos que él mismo preparaba, con una fórmula traída de las tolderías, mientras le aflojaba los cordones de las polainas de cuero, que el coronel únicamente se quitaba para dormir.
Un suave letargo le hizo continuar hablando solo mientras bebía su té. Sintió una emoción opresora que le subía al pecho. Casi dejó caer la taza, entrecerró los ojos un buen rato y al abrirlos le pareció percibir entre las brumas de esa noche desvelada, un movimiento no común.
Trató de ver algo en la cerrada oscuridad, y escuchó como un ruido sordo que venía desde los árboles y arbustos de la cercanía. Un silbido largo. Un grito ahogado.
Bajó los dos escalones de la galería y sintió el poder de aquella noche sin luna, cruzó el jardín y pasó los árboles próximos a la casa siguiendo unos brillos extraños entre lo oscuro y la nada. En un más allá todavía, que no pudo calcular ni en tiempo ni distancia, se encontró frente a frente con el cacique Yanquetruz que lo miraba feroz; montado en un lobuno pampa, apero completo de plata mil, vestido como de fiesta, saliendo del olvido como si no quisiera estar muerto. Con él, los caciques Painé, Nahuelchico, Coliqueo, mostrando en su apostura, que en su vida bárbara no conocieron el miedo a la pelea.

Los nombró a todos, a todos los reconoció a pesar de la blancura y el brillo que se desprendía de ellos, haciendo casi día de la noche. Detrás venían las tribus, en filas ordenadas y casi silenciosas: los ranqueles, los pampas, los araucanos, algunos cubiertos con finos ponchos, otros, mostrando unas heridas mortales cruzándole el pecho. Montando sus baguales cortos y de cuello robusto, portaban empenachadas lanzas de más de cuatro metros que algunos hicieron girar encima de su cabeza mientras gritaban golpeándose la boca; alcanzó a ver unos pocos rifles, alguna botella de aguardiente, un rosario prendido a un cabezal de cuero trenzado. Vio a gran cantidad de ellos trayendo su cabeza en la mano, mostrándosela cuando pasaban, y un carro cubierto con lona gruesa, que el indio que lo conducía levantó, cargado con más cabezas, que parecían aún sangrar. Era un desfile interminable, venido del arcano de sus penas infinitas, que el viejo coronel no alcanzaba a comprender.
Con el mismo orden, la misma brillante blancura, mezcladas con sus guerreros venían las mujeres y sus chiquillos bien vestidos y hasta con algún modesto adorno. Con ellos los perros, flacos como ánimas. Muchos niños mutilados eran mostrados por sus madres al coronel, otros tenían una raya roja en la garganta, al igual que sus madres. Un sordo rumor de llantos sin palabras era el coro que acompañaba aquella procesión, venida de sus desbastados aduares y con rumbo al olvido.
Se metió entre ellos, los brazos en alto para llamar la atención que nadie le prestó, ni siquiera su indio asistente que lo miraba impávido. Quiso hablar y fue topado por los pechos de los caballos, alguna espuela de plata le hincó el brazo, un estribo le golpeó la cara. Dio vueltas sobre sí mismo, la barahúnda lastimera de aquellos muertos vivos lo ensordecía, asimiló el espanto, gritó un gutural perdón que ignoró la caravana traslúcida; se apretó los oídos, cayó de rodillas.
Lo encontraron los peones al amanecer, a más de cincuenta metros de la casa, los brazos y la cara lastimados por las espinas del cerco de cina-cina que pretendió traspasar,
muerto y frío, las piernas dobladas, una mano en el oído y con los ojos muy abiertos; como conteniendo en ellos, el espanto de la gloria.
1º Premio narrativa certamen literario: “Pueblos Ranqueles 2009”

Merlo (Buenos Aires) . Argentina
Contacto:
litterarius@yahoo.com.ar

Irma Droz

Cuando regresen las abejas

Grita en silencio, de cara al cielo,
la amarga boca de los campos desolados.
Agonizan inertes.
No entienden de retenciones, acuerdos y protestas.
Sólo saben abrirse en surcos dispuestos a la siembra,
arrullar la simiente y germinar ...
Germinar, hasta entregarse en espigas,
por el sólo milagro de cumplir con su destino de ofrenda.

Menguaron los mensajes entre el aromo y la verbena.
Las abejas, agobiadas,
se refugiaron en el abrigo dulce de sus colmenas,
olvidaron los estambres,
ya no regresan.

Siguen los hombres su oración insolente de protestas.
Ignoran la cuota del respeto,
la claridad del diálogo,
los riesgos del disenso.

Es infinita y quebrada la distancia que media
entre el aromo y la verbena.
Él extiende con pálidos capullos,
sus brazos ásperos, cansados ...
Ella, reclama el rojo ardiente
a ras del suelo, su soledad irremediable.

Tal vez, haya otro tiempo de mensajes
cuando los hombres depongan mezquindades
y en un amanecer de surcos madurando
regresen las abejas.


1º Premio Poesía : Certamen Literario "Pueblos Ranqueles 2009"

Santa María de Punilla (Córdoba). Argentina

Contacto: drozfernandez@tutopia.com




Marta  Pizzo

Tangueras ocultas de la Ciudad

(Sentimientos de una mujer que escribe tangos HOY)

Está llamando a mi puerta.
Sin pedirme permiso, se mete en mi agonía, en mis sueños, en mis ganas, en mi melancolía.
Me mira de reojo y mete un guiño. Me chamuya, me incita.
Pasea su presente por el riel de mi historia. Me conmueve, me mueve, me grita, me provoca.
No pregunta, no finge, me agita en el retruco y yo... tengo mis cartas.
Pero resulta claro que el género me pesa; me dijeron que es “macho”; tanto tragar mandatos, resulta improcedente que me meta en sus filas...
Y la psicología de los que hicieron prensa, me prensa la sabiola y quiere hacer la suya: Que el Tango es masculino, singular, sustantivo, las más veces... pasado.
Se acepta el desafío. Se produce el reencuentro.
En la Ciudad Oculta, a plena luz del día, se teje alguna historia que hace girar la rueda.
Y las minas ocultas, en ocultas ciudades, de ocultas inclusiones, pintamos los colores que nos hacen palomas, mariposas veladas con rebelión de locas, como esas Madres grandes que nos dejó la Plaza.
Detrás de tanta mierda dibujando el presente, les daremos batalla las perlas invisibles. Contaremos historias después de haber parido, de haber limpiado casas y preparado cenas.
Más allá de la escoba, la franela y las ollas, un cuaderno dormido nos prestará sus hojas, y el vuelo será en lápiz quien mostrará el camino.
Porque suena a mentira que los hombres no lloran, que el músculo domina y que hay que tener huevos.
Con el amor a cuestas, con la bronca del día, con la filosofía de haber cambiado cacas y aprendido las reglas, se huele en los andenes, en las calles mugrientas, en múltiples barriadas, que está sonando el río.
Se acepta el desafío de mostrar con las letras, con la hidalga herramienta que nos da la palabra, que el Tango nos incumbe.
Y manos a la obra pincelamos los versos, y andaremos de fiesta por la doliente urbe, rebelando pasiones, acariciando esperas, denunciando terrores vestidos de cordero, piqueteando miserias. Enamorando amores, tragando desengaños, cabalgando por nubes que juegan de ilusiones.
Aquí estamos señores, con el Tango en el Alma, para que el pentagrama se llene de sentidos, y vibren las milongas al compás mujeriego del cantar de las rosas.Bienvenido a mi espera Tango, que te estaba esperando como un hada sedienta, como amante sin velo.
Buenos Aires. Argentina

Graciela Pucci

Después

La pasión me desata
entre bambalinas y deseo
manos sin contornos
transitan senderos inexplorados
grutas grávidas de anhelo
invitan a reconocerlas

inicio la travesía

El ritmo mutuo se acompasa

Urgencia de piel
fuego en las entrañas
éxtasis
humedad
y
silencio.

Oscuridad salobre
en palabras muertas
desunión
frío
tinieblas

hueco infinito dentro del pecho.

Los sueños me pulverizan
en el cuarto de los espejos.


(1º Premio- 5º Certamen Internacional de Poesía y Cuento Mis Escritos)

Buenos Aires, Argentina
Contacto: revistaliterartedigital@gmail.com