Cuentan los más viejos que un día un mapuche del llano llevó a sus hijos – una niña y un niño – a recoger piñones para el invierno. En eso estaban, cuando , de repente, sobrevino un cataclismo de fuertes vientos y lluvia. El mar empezó a crecer y los ríos a desbordarse. Las aguas subieron hasta una roca que servía para guarecer a la aterrada familia. No había más que esperar que las aguas bajasen un poco para volver al hogar. El padre en su afán por encontrar una salida, resbaló y cayó en el abismo, y desapareció para siempre. Los niños quedaron solos, y no hacían más que llorar y pedir ayuda.
Poco después, un enorme árbol se desprendió del suelo y, al golpear en la granítica pared, una zorra y un puma saltaron del tronco a la roca donde estaban los niños. Nada hicieron contra los niños muertos de miedo. Al bajar las aguas, las fieras tenían tanta hambre, que tuvieron la intención de devorar a los niños. Pero eran tan pequeños y lloraban tanto, que se compadecieron de ellos. El puma los cargó en su lomo y los llevó a su cueva, donde ambos carnívoros los alimentaron con el producto sus cacerías. Con el tiempo, los cuatro comenzaron a tener una vida en común. De allí surge que los mapuches adquirieron la fuerza del puma y la astucia de la zorra.
Leyenda extractada del “Diccionario Mapuche” de Editorial Guadal (2003). Textos de María Espósito.)
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