miércoles, 19 de diciembre de 2018

Nº 86 - Verano 2018/19

Aníbal Aguirre

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Medllin negro

  ​Habrás escrito (Emilia) sobre el río de
  sangre y luto que corre por las calles
  de Medellín?

  De los alaridos que rompen la armonía.
  De los corazones acribillados por el odio
  y la venganza?

  De la muerte que ríe a carcajadas. De los
  perros que se alimentan de
  cadáveres?

  Hablará tu ensayo de los niños sin padres,
  de las madres sin
  hijos?

(del libro : Aguirre la ira de la poesìa)
  
Poeta y prologuista
Nació en Salta (Argentina)
Publicò: Raquel Camba (Poemario, presentado en la hermana República de Bolivia).


Pedro Aznar
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Letras en el Rock Argentino

A cada hombre, a cada mujer

Yo canto para alcanzarte
Atravesando todo el azul
Yo canto para mostrarte que sangro igual que vos
Y está oscuro en esta cárcel
Que soy desde que tengo memoria
Y está ciega mi mirada
Sin tu luz.
Yo canto para abrazarte
Porque encenderte ya no me basta
Yo canto para librarme
De las cadenas negras de ideas y palabras
Que trazan una línea en el agua
Dividiendo lo indivisible
Vos y yo.
Uno y uno y
Uno en uno y
Uno a uno y
Todo en uno en mí.
Uno y uno y
Uno en uno y
Uno a uno y
Todo en uno en ti.
Yo canto para escucharte
Porque tu voz es la melodía
Canto para nombrarte
En incontables nombres y rostros y señales,
La gota de agua, el pan, los trigales,
Reflejando cada espiga
Todo el sol.
Reflejando cada espiga
Todo el sol.
Reflejando cada espiga
Todo el sol.
Uno y uno y
Uno en uno y
Uno a uno y
Todo en uno en mí.
Uno y uno y
Uno en uno y
Uno a uno y
Todo en uno en ti.

(de: Quebrado Vivo- CD 2 - Cd 1 -2009)

Es un cantante, multiinstrumentista y compositor argentino. Fue integrante de los grupos Madre Atómica, Alas, Serú Girán y Pat Metheny Group y desde 1993 está dedicado por completo a su carrera como solista
Buenos Aires. Argentina.




Leyendas Argentinas

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La leyenda de Leandro, el ambicioso de la Puna

La leyenda de la laguna de Leandro es una de las más famosas de la zona de la Quebrada de Humahuaca.
La misma nos cuenta que hace más de cien años vivía en dicha región, más concretamente en Queragua, un aborigen runa llamado Leandro, el mismo que dedicaba sus días al trabajo y al cuidado de su familia. Leandro y su mujer vivían en una precaria choza típica de la época.
Leandro solía realizar largos viajes por sus tierras, sobre todo para vender los animales de su pequeña granja: llamas y ovejas. En uno de ellos hacía la localidad de Tres Morros logró entrar en contacto con un lugareño de allí, un típico arriero de la Puna quien en una larga conversación le contó sobre los Incas de Atahualpa, quienes habían llegado en la época de la colonización española a la región como emisarios.
El arriero continuó su historia: le contó a Leandro que en uno de sus viajes de regreso de alguna de las misiones, uno de los incas murió asesinado por los mismos españoles, el mismo que contaba con grandes fortunas, entre ellas, muchos objetos de oro. Los compañeros del inca asesinado decidieron esconder sus pertenencias enterrándolas cerca de una laguna al oeste del Humahuaca, a más de 4 mil metros por sobre el nivel del mar.
Al regresar a su choza, Leandro le cuenta esta misma historia a su mujer y totalmente maravillados los dos por la misma deciden pensar la mejor forma de encontrar el tesoro oculto. Luego de varios días de pensarlo, se le ocurrió que la única forma de desenterrar el tesoro era vaciar la laguna. Al día siguiente, Leandro comenzó a construir una especie de zanja que serviría como desagüe de la increíble cantidad de agua que poseía la misma.
En uno de los laboriosos días que Leandro pasaba en la laguna surgió un hecho inesperado. Estaba por caer la noche y el cielo se cubrió de nubes grises y espesas, y desde el centro de la casi ya seca laguna se erigió una figura que representaba un cuadrúpedo con las astas de oro puro. Sumido en la desesperación y el miedo, Leandro corrió hasta su choza jurando no volver a la laguna ya que dicha figura le parecía porvenir del infierno.
Después de varios días la ansiedad y la ambición volvieron a apoderarse del aborigen de Humahuaca, por lo que decidió terminar con lo que había empezado. Tan sólo dos días después de su regreso vuelve a ocurrir lo mismo: la figura del cuadrúpedo se levanto entre las aguas y por medio de una fuerza inexplicable atrajo a Leandro hasta el centro de la laguna, hundiéndolo junto con él y por ende, acabando con su vida.
Este el trágico precio que Leandro tuvo que pagar por su avaricia y ambición. Los lugareños de hoy en día afirman que todavía se escuchan gritos y el ruido de las piedras que, pareciese ser, que las lanza el mismo Leandro, tratando de tapar la zanja que lo llevaría a su muerte en poco tiempo.
Marìa  Eugenia Ferreyro

Olga Cabrera Ladu

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Ausencia

Enredada en la bruma de tu aureola
arde la piel que me llevaste.
Soy sombra de silencio
transpirando tu ausencia
................................

La sangre se ahoga
en apetencias de justicia.
El amor y el atasco.
La bùsqueda y la nada.
rellenos que se ahuecan
en la soledad

y aceptar
              ser persona
condenada a los rincones.

Poeta
Cordoba Capital (Argentina)
Publicò: Pliegues del tiempoCerca del amor y las palabras ; Cuadernillo poético;Poemas del cántaro (compartido) 1995; “Vientos de agosto
(poesías) 2002.

Cecilia Carballo

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Cuando abro los cajones
polvo estelar
vuela por la habitación
hay estrellas que circulan
a mi alrededor
todas las paredes se desmoronan
se despliega Saturno
con sus anillos
Júpiter me mira
con su ojo de costado
entre nebulosas violáceas
aparece Marte
choca contra la biblioteca
la invade de tierra roja
los libros y yo
volamos por el espacio
cúmulos estelares nos atraviesan
el infinito está en nosotros.

Piel roja

Como un rayo de sol
las luces del escenario
caen sobre mi rostro
el sonido de un tambor
vibra en mis oídos
alguien canta en quechua
una pequeña lluvia salada
brota de mis ojos
hay olor a pasto mojado
aparecen unos pájaros
que nos sobrevuelan
mi piel se vuelve roja
danzo como una aborigen
hay tierra bajo mis pies.
…………………………………………………
Entraron a mi habitación
tres linyeras
dicen llamarse
Federico, Alejandra y Juan
yo no les creo,
para mí que vieron mis libros
y dijeron esos nombres
para convencerme y quedarse
Alejandra vive entre la ropa vieja
agarrada a un libro de Antología Uruguaya
Federico se quedó con todos mis perfumes
y mira mucho mis cuadros de Dalí
Juan vive entre mis apuntes escolares
lee mucho sobre historia argentina
y a Rosa Luxemburgo.
Una vez entró una pelirroja
a la que ellos llaman Marosa
estuvo unos días
me llenó el cuarto de lagartijas y hormigas
la obligué a quedarse en el balcón
con mis cactus y mi aloe vera
el otro día la miré
y quise ser ella
dormida entre hojas
con mariposas en la cabeza
beber el agua
que queda en la regadera.

(del libro: Hay tierra bajo mis pies)

Poeta.  (Río Grande, Tierra del Fuego, (Argentina) Reside en Buenos Aires.
Forma parte de las antologías de poesía: Poesía y Voz (2012) Dirección de Escuelas y Bibliotecas de la Provincia de
Buenos Aires y de la Antología poética El rayo verde (2014, 2015 Viajero Insomne), plaqueta El rayo verde (2016).

Marta  Giralt

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Ya los pájaros se animan
avizoran el día
yo solo escribo
ritual que aventa
fantasmas, calma
dolores
habita estancias
los pájaros y yo
nos turnamos
en el ritmo
del filo
entre el día y su ausencia


Quijarros

mientras se camina
se dejan huellas
si es arena
las borra el viento
si es asfalto
el sol será un
espejismo onírico
irónico desfallecer
el calor miente

Hadas

Un aquelarre
Viejas desdentadas
se divierten
con las muertes
de los sedientos
que sangran
por la herida
hasta exhalar
la nada.

gozan
su
mortífero
desafío
y arrojan por el aire
al son de sus
silencios,
eructos,
escupitajos
los restos de
mis sueños
agusanados

rubias brujas
confeccionan
con denuedo
una mortaja
la tejen y destejen
a veces brujas
a veces hadas.
locas de odio
otras pariendo visiones claras
no saben
pobres ilusas
que tejen
esperanza


Locos

Locos
atrevidos?
caminan
las cornisas
de sus ganas
no revisan
si abajo
hay red o solo
asfalto
y desgano.

Locos
osados que osan
con sus huesos ostentosos
ser
sin disimular
sus deformes formas
de sentirse nadas.
su enorme ternura
sin motivo
sus ganas
sin
cálculo ni reservas
confían aún
en quien los ha herido
aman
sin esperanza

Locos
que derraman
sus palabras
contra el viento
y reciben
en respuesta
una cachetada.

(poemas del muro : La Caja de Pandora)

Nació en Capital Federal (Argentina)
Poeta, narradora, psicóloga y psicoanalista, periodista, columnista radial.
Publicò: Amorodio (2016).
 

Libros

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Por la calles del ayer (memorias, poemas y relatos), de Elena Quinteros. Monteros (Tucumán) Argentina.
100 pág. 21 x 15 cm. ISBN 978-987-4075-49-9
Prólogo: José Rafael Abdala
Ediciones del Parque - Libros del Bicentenario - Tucumán (Argentina)
2017.-


Memorias
 
Por la calles del ayer

Hoy he abierto aquellas calles
que surcan los recuerdo
de aquella infancia lejana.
Me deslizo  por su extensión
con la adultez a cuestas
pesando en mis espaldas.
Me duelen tus árboles muertos,
tu simpleza arrebatada,
tus horizontes manchados,
tus cielos descoloridos,
la mansedumbre de tus ocasos,
tus siestas profanadas...
Mi rutina descansa en el lomo ardiente
de aquellos días estivales
de juegos, libélulas y risas.
Mi tristeza se ahoga
en esa herida abierta
del arroyo que le extirparon
su puentecito angosto.
Un olor a olvido
se enreda con el presente mustio
y va dejando aureolas de "no me olvides"
flotando en el aire.
Me embriago de aquel pasado perfecto
para sumirme en brazos del presente
con la esperanza de una resaca
de sueños olvidados
corriendo a borbotones por mis venas.
Cansino el sol se va ocultando
y la casita de ladrillo,
atrincherada en un rincón,
se desangra de ingratitud
y agoniza de impotencia
y yo, ajena a ese paisaje
me pierdo por las calles del ayer
                         
                                      pàgs19/20

Poemas

Mirada

Se miraron fijamente.
Se recorrieron.
Se exploraron.
Se devoraron.
Se amaron
y se despidieron.
Todo en un   infinito  minuto,
donde se cruzaron sus miradas
y sus almas convergieron
en el mismo universo
                           
                                    pàg.51

Relatos

La gemela

Veintitrés y veintitrés de una noche frìa y lluviosa de otoño, nacía ella. Pequeña, delgada, débil. Los médicos no eran optimistas a que esta sobreviva las primeras doce horas. Eran pocas, casi nulas las probabilidades de subsistencia.
Pero el destino decidió darle la oportunidad de que luchara por su vida. Así fue como Azul (es el nombre que la había puesto su madre)se hizo parte de este mundo.
Lo que nadie se dio cuenta que adosada a su columna, como un tumor, venía ella, que absorbía su chi sin ningún reparo. Lo que hacía que la pequeña siempre hiciera un doble esfuerzo para afrontar vicisitudes de la vida.
Crecieron gracias al esfuerzo inclaudicable de Azul. Pero a medida que pasaba el tiempo, el peso de ella sobre su espalda, era cada vez mayor. Casi insostenible. A veces sentía desfallecer, pero pronto volvía a su lucha diaria, manteniendo siempre la esperanza que algún bendito día, la perdiera por arte de magia y así ella podría vivir plenamente.
Pero su gemela, muy a pesar de ella, era cada vez más fuerte.
Azul ya no aguantaría más, debía deshacerse de ella a como de lugar. Era ella o su gemela. Solo una de las dos sobreviviría. La guerra entre Azul y su gemela "la mala suerte", había comenzado. Había lugar solo para una de las dos en este mundo y Azul no estaba dispuesta a perder,  así que cualquier arma  sería válida para esta guerra que ya se había iniciado.
Si "la mala suerte" daba un paso, Azul hacía dos. Y así día tras día. Hasta el cansancio, hasta el hartazgo ....
Entonces pensó en una aliada. Alguien que supiera guardar un secreto hasta el final.
Vencería aún a costa de su propia vida. Así fue como una noche fría de invierno, Azul se despidió del mundo y de su gemela, para siempre.
                                                                                            
                                                                  pàg. 98/99

Elena Quinteros
Nacida en Monteros provincia de Tucumán (Argentina).Docente, poeta y escritora
Publicó: Postales de mi pueblo; Transitando palabras; Piel de azúcar; Otros Amaneceres; Todo acontece, alma adentro.
Compartió una antología en con el poeta cordobés Silvio Correa: Puente de Palabras, y con el poeta Rafael Abdala: Dos miradas y un mismo sueño; Rozando el cielo; Entre voces y silencios.
silencios.

Pilar Riveros Fuentealba

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Tùnel secreto

De pronto papá vuela hasta mí por un túnel lleno de luces, causando un revuelo de pájaros con los ojos llenitos de espejos rotos. Sus filos no me hieren, sino que, como minúsculos espejitos multiplican los pájaros y la figura de papá. Eso me alegra. Me alegra tenerlo repetido en esta soledad tan intensa. Me alegra el canto de los pájaros en el silencio adosado a mis huesos.
 Alucino con la idea de que ahora habita en un lugar donde las cosas son como un mar reverberando, y los moradores, ajenos a esta planitud nuestra, seres estrambóticos que cantan las canciones de Elvis Presley meneando eróticamente las caderas sin miedo al ridículo o hacen reconversión en ritmo de tango al estilo Gardel, su favorito. 
 Cuando lo veo venir, pienso que quizás ahora estuviera capacitado para comprender todos sus errores, quizás ahora pudiera pedir perdón. Quizás ahora viniera transformado en el superhéroe que nos salve de la carga que significa su recuerdo. Siento pequeñez en mi corazón por la absoluta incapacidad de visualizarlo como un ser perfecto como todo el mundo normal, que potencia positivamente a sus amores idos aún sus carencias. 
 De alguna forma, mi espíritu está en la compleja caverna del Minotauro. Quisiera ser Teseo para llegar a él y matar los rencores, pero no está Ariadna que me facilite el hilo que marque el camino de regreso a mi yo. Sola, temo no ser capaz de desandar los pasos y conducirlos al remanso. 
 Cuando supimos que no había regreso en su enfermedad, tratamos de aligerar su carga convirtiéndonos en un carrusel lleno de juegos que subían y bajaban con el embuste de que mejoraría y su alma de avestruz no hiciera arribo. La verdad para él hubiera sido sentencia de muerte, inmediata y sin defensa. La táctica dio resultado, o simplemente se dejó llevar por el conveniente juego de la ignorancia ante una realidad cruda e inevitable. Se fue apagando ante nosotros como el sol que vimos irse sentados en la playa, la tarde de un enero remoto.
 La casa se convirtió en una barcaza en la que continuamente subían y bajaban pasajeros, con ideas y consejos que no pedíamos. Con un manual de experiencias personales que agobiaban aún más nuestra impotencia ante el dolor de su cáncer prostático. La sabiduría de quienes vienen de afuera, no existe en estos casos. Clichés como, “tengan paciencia”, a dos personas que lo cuidaban y amanecían noche tras noche con un ser dolorido y aterrado en esas horas. Paciencia. Sobre todo mamá, que pasaba las noches en vela. Como si la paciencia, no hubiera sido la actitud y virtud puesta en ejercicio. Sentía a esos pasajeros como gatos matando lunas sobre nuestras cabezas con notas de serruchos destemplados. Había que ejercer la paciencia, también con ellos. 
 Mamá y yo, vimos ese túnel lleno de luz por donde ahora lo veo venir, oscuro y monstruosamente succionador tras el diagnóstico y la presunción de vida. Un año, más menos, sentenció el especialista. Fue el año menos 15 días. Me preguntaba, cómo un mortal, podía estar al tanto de los designios de Dios. 
 Y aquí estoy, a pesar de todo, recordando su figura especialmente elegante, la facha que tenía implícita en el ADN o don de gente, lo que fuera, lo hacía tremendamente atractivo con su sonrisa de actor cinematográfico, la que yo adoraba. 
 Tan amigos éramos en los momentos en que hablábamos de actualidad y política; coincidíamos ampliamente en que la política es necesaria, pero la ensucian los intereses partidistas convirtiéndola en la politiquería que impide el crecimiento, que no existe político que bogue por mejoras reales para sus representados, sino las concernientes al bolsillo de quienes sustentan sus campañas. Y al bolsillo propio, obvio. Nos contábamos chistes y dejábamos el mundo que estaba patas arriba de aconteceres funestos -crímenes, terrorismo, corrupción, hambre- con las patas en el suelo ya fuera con razones cuerdas o surrealismo. Éramos geniales. Hasta cuando mi postura era disidente, sobre todo en el tema Mujeres y aparecía su machismo, en ese minuto, estallaban misiles verbales y los terremotos resultaban mecidas de cuna. ¡Cómo era posible que su hija, no fuera sumisa como su madre, carajo! 
 Busco estrellas fugaces con la esperanza de agarrar su cola y aterrizar en la oquedad sinérgica de la vida y desde ese refugio, verlo aparecer en posición fetal dentro del túnel secreto como una llama purificadora. Necesito llenar mis sueños de esta noche con su voz y el ímpetu de su mirada, sin que su fuerza disipe el sopor que me envuelve como en papel celofán, cubriéndome y, de la misma forma, dejándome expuesta ante el dominio de su presencia, como ocurrió tantas veces en que lo odié intensamente. Quiero sus manos extendidas, generosas y amigables, lo que no fue, con respecto a mis cosas del alma. No entregó las respuestas que necesitaba ni despejó mis dudas. Estuvo siempre en lo práctico, botas y queso. 
 Lo quiero hoy, como cuando vino aquella vez por el túnel rejuvenecido y alegre trepando alturas con agilidad felina, virtud que jamás tuvo por temer a las alturas, para mostrarme un sol sobre el mar del que yo solo advertía su reflejo en la salinidad azul y brillante, impedida por un enorme árbol oscuro que me tapaba la visión. Vi en su rostro una paz que no le conocí en vida, una alegría refulgente como juegos de artificio. Sentí en ese momento en mi pensamiento no regulado por la normalidad, que me decía que existe un más allá suspendido que viaja por los tiempos como si fuera un tren descarrilado de donde pende mágicamente, el ombligo

Poeta, narradora. Nacimiento. (Chile)
Publicò :Sol de Mi Ocaso, Frente al espejo, Oleaje, Cuentos infantiles.

Atahualpa Yupanqui

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La Cuna

¿Recuerdan aquellos baúles antiguos, “cabedores”, cuyas tapas tenían la profundidad de una batea?. Bueno: esas tapas de baúles , viejas , quebrajadas, sirven de cuna a muchos changuitos del cerro. Sus padres han pedido esos pedazos de petacones, o de arcones viejos, a sus patrones de la villa o de la estancia, y poniéndolos sobre la cabecera  de su apero, se largan con ellos, cuesta arriba. Van llevando la “camita pa la huahua”.
Cuando la criatura es de pecho, le llaman huahua, indistintamente al varón o la hembra. Cuando ya camina, la mujercita sigue siendo nombrada “huahua”.
En cambio, el muchacho ya es un “changuito”.
En esa cuna, entre un revoltijo de ponchos multicolores, rotos y sucios, pasan los niños los inviernos bravos. No falta un càjchi  como llaman a los perros chicos, que duerma con el muchacho, para ayudarse ambos a aguantar las noches y comunicarse calor.
Si les ha tocado “cueriar” una oveja despeñada, el chango tiene una expresión alegre, porque sabe que tendrá “cuerito lanudo” para ablandar su “cama”. La tierra es más blanda que la tapa del baúl. Pero para dormir en la tierra hay que esperar el verano. Porque en invierno, la humedad y el enorme frío hacen toser al muchacho. Vienen las fiebres, los quejidos, el sueño de ojos abiertos, y entonces el Tata sale hacia la quebrada, a buscar la médica, mientras la madre lo mira a su chango, pensando que tal vez Pachamama lo ande precisando a su hijo:
- “Lo ha agarrao la tierra …”
Si la desgracia ocurre, el chango cierra los ojos, esos ojitos pequeños que sólo vieron miseria de hogar e inmensidad de cerro. Entonces, el Tata y otros vecinos (vecinos de dos leguas más allá), comienzan a fabricar el ataúd para el niño muerto. ¿Y cuál puede ser la tabla mejor para ese ataúd? ¡La tapa del baúl! ¡La cunita del chango …!

(del libro: Aires indios)

Seudónimo de Héctor Roberto Chavero​​. Naciò un  31 de enero de 1908,en Juan A. de la Peña, (Argentina).
Fue un cantautor, guitarrista, poeta y escritor argentino. Se le considera el más importante músico argentino de folklore. En 1986 Francia lo condecoró como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras
Falleciò el 23 de mayo de 1992, Nimes, Francia. 
En la actualidad, sus restos descansan en Cerro Colorado (Córdoba) Argentina,  bajo un roble europeo.