lunes, 21 de septiembre de 2015

Nº 73 - Primavera 2015


Editor
Responsable:
 
Osvaldo Risso Perondi
Contacto
osvaldorisso12@yahoo.com.ar

Editorial (Breve 3)

Insinuar crea un mundo diferente, mediante una metáfora, es quizá un absurdo no imposible, que con el correr del tiempo, con dedicación, fe y empeño, se puede llegar a lograr esa realidad que suplante a toda las realidades que habitualmente nos rodean.



El Rescatador

Publicado en Revista Literaria “Mapuche “. Año 1 – Nº 3 - Abril de 1982  (impresa)

Recordando Cèsar Vallejos
                                         
                                         Por
                                         Miguel Angel Candioti
                                         Pequeña Atenas 12-9-81
                                         Pcìa de Santa Fe (Argentina)
 
Hoy leo a Cèsar Vallejos, ese gran desesperado que descubrí en su manoseado Perù. Siento apretado sobre mis cuatro costados el dolor amargo de su poema. 
Para mi es algo que hiere cuando dice:
                           
                         “¡Cuando vendrà el domingo bocòn
                           y mudo  del sepulcro,
                           cuando vendrà a cargar
                           éste sábado de harapos “ …
 
Esta raíz humana conmueve toda mis entrañas. Hiervo intentando traducir toda su tristeza. Pero aun así dejo de sentir que el camino ya lo conozco; en él se encuentra el fin y el comienzo de esta alegría que es estar en paz con uno mismo.
 
Esta suerte de triunfo es el resultado del rigor a través de mis actos, como un desafío a todo lo mezquino y deformante que tiene l medio y el popismo.
 
LA CAUSA DE LOS JUSTOS SOLO CRECE JUNTO  A LA INTELIGENCIA, fuera de ella es una grotesca insinuación del delirio.


Marina Centeno


Caìda libre

Ser la estación del llanto
en la mansedumbre de la hoja
con la resequedad al borde
y el témpano en el abandono
 
 (de Vitrales de la Naturaleza)
 
Fantasmas y Alegatos

Dejar que las nubes entorpezcan
la fugacidad del tiempo al despedirse
con las claras primicias de la noche
acostumbrándose al roce de la caña
 
Y me pides que nombre los indicios
cuando llegan las sombras y fantasmas
para invadir de viento a lo imposible
que fragmenta en cristales a la página
 
Entre oscuras de huecos que se incitan
a buscar el hogar en otras aguas
de avalanchas que alegan con sus voces
los pasillos de improntas y sustancias

(de Vitrales de la Naturaleza)

Escape

La cárcel no es tan sombría
mirándola desde adentro
abre zanjas al espía
cava el hueco desde el centro
 
No se llega al paraíso
y aún así te da la vida
sustancia para el preciso
y certeza para la huida
 
Unos miran de reojo
otros callan la bravura
de bailar sobre el cerrojo
aunque se tilda segura
 
Y no importa la sospecha
mucho menos al culpable
lo que importa es lo estrecha
que esto es desagradable
 
Lo demás viene de lejos
con kilómetros de avance
y aunque se digan más viejos
tarde o temprano es el trance
 
La libertad es un paso
que siempre llega en la niebla
puede ser que en este plazo
se camine en la tiniebla
 
Y si esperanza le pones
al blanco o al azabache
es mejor lo que compones
que el odio no te emborrache
 
Mira bien y no te asustes
que aunque se oculte la grima
sé franco aunque te disgustes
que el traidor siempre lastima
 
La cárcel no tiene rejas
las rejas las da la vida
y si reprimes las quejas
entonces causa perdida
 
                 (de Conformidades)  


Marina Centeno  nace y radica en Progreso, Yucatán, México. Sus poemas han sido traducidos a diferentes lenguas como son: catalán, rumano, inglés, francés, húngaro, árabe, portugués e italiano.
Se encuentra publicada en distintas revistas literarias en formato a papel y virtual, así como en páginas virtuales de carácter literario.
Publicò:  Quietud, Inventivas, Interiores, Erosiòn  , U Paàwo` il Pikil T`aàn n  (Mi bolsa de Poemas, Libro artesanal




 Adriàn Nèstor Escudero

                    En los esteros de Vulerich

Más allá de los equívocos imperiales narrados por la Leyenda Negra , y de los aciertos y promesas de la Leyenda Rosa , dedico este relato imaginario a memorar, en su día (12 de Octubre), la epopeya de la Hispanidad (actualmente referida también como Día del Respeto por la Diversidad Cultural de los Pueblos) y sus  dos innegables tesoros: la Fe en el Dios Verdadero, Uno y Trino, y la exquisitez incomparable de su Lengua Castellana; nutridos ambos dones -con el paso de los siglos- por los acentos aborígenes de los auténticos dueños de la tierra latinoamericana, mas como aceptación indetenible de una herencia transgénica impulsada a tiempo y a destiempo, por los rigores y placeres que competen a la curiosa Humanidad en vilo…
 Al maestro A. Roa Bastos y su Vigilia del Almirante. Y, en especial, a un nuevo amigo en el Maná de la Palabra : Osvaldo Risso Perondi, Editor del Magazin Virtual MAPUCHE (y a quienes él desee compartirlo); ello, con devoción a mi credo, y ecuménica admiración y respeto hacia las creencias y dones culturales de todos los  pueblos de la tierra, ensemillados hoy en el seno de sus Cinco Continentes planetarios…
                                                      
Adrián N. Escudero - Santa Fe, Argentina, 22 de Diciembre de 2014.-
  

   Dicen que cuando la luna ya no estaba y las primeras lluvias del otoño comenzaron a embestir la tierra, el escriba de la tribu suspiró hondo.
     El hedor de la choza enrojecida y entibiada por un fuego crepitante, se entrelazó en su alma con los hirientes vahos de la nostalgia. Luego, fue todo un solo acto: desplegar la manta de cuero encallecido sobre los hombros también encallecidos, quebrar la cabeza vestida de artesanías ruidosas, y comenzar a grabar en aquella lámina de piel de perro salvaje, casi en éxtasis, los ominosos signos del último capítulo, quizás, de la historia de su pueblo sedentario...
 
 
Derrota
     
      Porque, ¿quién se acerca a los esteros de Vulerich? Sin duda, Bulzaca y su corte de guerreros desgraciados.
     Y, ¿quién ruge en los esteros de Vulerich? Sin duda, Bulzaca y su ejército de marginados.
     Y, ¿quién pelea, y clama, y gime, y solloza, y vocifera, y se alborota en los ya históricos esteros de Vulerich? Sin duda, Bulzaca y su corte de peregrinos en hilacha. Golpeados, injuriados, torturados y burlados. Maltrechos y moribundos...
     Aún así, ríe la bruja en los esteros de Vulerich. Ácida, áspera y ajena a todo llanto de varón deshonrado, ríe en los esteros de Vulerich.
     Ríe, pero no de felicidad, sino a causa del despechado orgullo que la agita como una hoja más entre las simientes carnosas y quebradizas que se erizan en los esteros de Vulerich; mientras murmura, murmura y murmura sobre Bulzaca y sus soldados vencidos y alelados. Sobre Bulzaca y sus seguidores desairados; atrás la osadía y el atrevimiento vueltos terror imprevisto y espanto de jirones y rostros avergonzados...
     Y es un grito filoso y sin piedad –el de la bruja Yatú- que hiere gargantas en los esteros de Vulerich...
     Sí, por muchas lunas de mutismo y amargura hubo el joven Bulzaca escuchado el aullar de la bruja, con el rencor infinito de su hechizo herido, por violado y desatendido, trocando  ahora, a cada instante, su mortal arrogancia de aspirante a cacique heraldo en brutal humillación de hereje maldecido...
 
 
Meditación
     Sí, claro que conozco bien a Bulzaca. Sé bien cuánto y por qué sufre. Lo conozco. Sólo el debate calmará su furia. Tiene el orgullo de cazador muy débil y la risa de la bruja lo aniquila.
     No fue siempre de ese modo. Sólo al cabo de la profecía.
     Yatú es bruja. Su magia es poderosa. Su ambición también.
     Yatú también es joven, y ama a Bulzaca; y Bulzaca desfallece por Yatú. Por eso, sufre doblemente el traspié frente a los dioses del cielo y del mar.
     Ella lo predijo. E intentó detenerlo. Evitar su arrojo.
     Pero el destino es un conducto donde flota el elixir de la vida, y roe la sangre, y la empuja sobre las tinieblas del misterio. Y los que no sobreviven al cruce de sus aguas amargas, encallan para siempre en las sombras (arenas) de la muerte.
     Y Yatú presintió aquella noche su arribo. La llegada.
     Dulce y placentero eran los aires en la verde ínsula de Vulerich. Y fue después que vio caer del cielo claro aquel maravilloso racimo de fuego, cuando los crujientes navíos estelares irrumpieron en su mente alucinada, mientras un jubón de seda enarbolada a su cintura se blandía sensual frente a las diez mil monedas de oro que estallaron al posarse los dioses sobre aquellas playas, todavía adormecidas, luminosas, calientes y húmedas, como un cuerpo de mujer en celo...
     Irrumpieron para cambiar la historia de un mundo, que era su universo. Y henchir su vientre de semilla pálida. O de ceniza blanca, en toda su descendencia.
 
 
Lenguaje
     Pero en aquella ocasión, las reglas del debate fueron alteradas. De hecho a causa de Bulgara, jefe de la tribu y padre de Yatú, primer guerrero y cacique de todas las aldeas sometidas al Imperio de Vulerich. Él fue quien ordenó que el lenguaje de las palabras fuera vedado.
     Su fundamento no pudo rebatirse: la desgracia habida y el número de muertos en batalla enviados al canal del olvido, sugerían, después de tantos alaridos de viudas y pequeños, sujetar toda convivencia al lenguaje del silencio.
     El lenguaje del silencio era el lenguaje de los gestos y del poder de la mirada. Se aprendía desde la lejana niñez, y era utilizado sólo en raras ocasiones, las más importantes y decisivas: cuando la reflexión imponía un preciso definir de las posturas. Situaciones donde era vano articular palabras truncas para alcanzar profundidad en los conceptos o compromiso en las afirmaciones. Así las torpes sonoridades bucales, códigos inconclusos que herían el entendimiento de los oídos y del pensamiento, cedían paso a aquella forma de telepatía gestual que sí podía transmitir con pureza la voz del corazón y de la mente.
     Hacía tiempo, pues, que no era utilizado. Empleado en reuniones cortas, Bulgara revisaba el andar de su Imperio, y daba instrucciones, órdenes directas e indiscutibles que regulaban la vida en familia, la provisión de alimentos y de pertrechos para el combate (especialmente contra los Singara), secuencia de pinturas y ritos de adoración a Soleme y Lunata, quema de difuntos y muchas reglas más sobre la cultura de Vulerich que, según la leyenda, arrastraba a un billón de claridades y tinieblas...
 
 
Debate
     “¡Venganza!”, gritó Bulzaca. “¡Venganza!”
     “Repasemos la situación”, atemperó Bulgara.
     “Sí, ¿quiénes son? ¡¿De dónde vienen?!, preguntó Samura, el astuto escriba del Imperio.
     “Son dioses. Dioses terribles y guerreros. Vienen a quitarnos todo. Destruirán nuestras aldeas y nos someterán”, afirmó Bulzaca (y su brazo tembló como una espada en lo alto).
     “Lo advertí. Advertí lo que sucedería. Bulzaca es responsable. No escuchó mi voz. El humo de mi magia lo predecía. Predecía la muerte y la locura. Y Bulzaca no aceptó mi medicina”, chilló Yatú (y el fuego de su mirada encendió la choza).
     “Yatú es una frágil y cobarde mujer”, respondió Bulzaca. “Debe callar”.
     “Miente. Bulzaca miente. Es él quien teme a la sabiduría. Poseo el Libro. Soy su custodia. En el Libro Rojo de signos dorados y negros, parlantes y movedizos, está escrito. Soleme y Lunata sabían de la aurora en que Ellos vendrían desde el cielo azul confundidos bajo el verde mar”, sentenció Yatú.
     “Patrañas. Historias para niños que no pueden dormir. Vamos a volver, ¡y los derrotaremos!”, clamó Bulzaca (y su gesto enardecido entornó los ojos de todos los ancianos de la tribu).
     “Yo lo he visto, colgando en el tiempo de 500 veranos, muchos objetos que hablaron de Ellos, del Porqué de su Venida y del triunfo de su Estocada”, gimió Yatú. “Deben creerme”, suplicó al fin. “Sí, he visto a los dioses navegar muchos horizontes en pos de su delirio de conquista y de grandeza....”.
     “¡Cállate bruja!”, espetó Bulzaca. “No hay tiempo. Debemos decidir: ¡dominación o muerte! Bulgara, es hora de elegir. Da la orden, o mis guerreros y yo partiremos aun sin ella”.
     Y partieron. Pero antes...
 
 
Ofrenda
     Cuando arribó a la playa, la mayoría de los dioses ya había penetrado en el vientre de aquellas lejanas naves majestuosas, henchidas como burbujas de sal y ancladas en sus puntos de llegada. No levantarían vuelo todavía.
     Quedaba, no obstante, sobre la costa, un cascarón de acercamiento, y tres de aquellos seres divinos intentaban empujarlo en dirección a esas enormes chozas flotantes.
     Fue entonces cuando Yatú irrumpió ante sus miradas perplejas, azorándolos con el supremo deleite de su belleza virginal. Sus manos se agitaron en frenética carrera con súplicas de ofrenda y holocausto que helaron la tórrida mañana caribeña, en las vulneradas fronteras de los esteros de Vulerich...
     Hincada sobre la arena del Caribe Azul, abrió sus brazos y clamó a los dioses piedad para su pueblo viejo, y  rogó la tomaran a cambio de no volver a herir de muerte a su amado Bulzaca, cuyo trote ardiente, apoyado en el  empecinado atropello de  sus furiosos combatientes, resonaba detrás cada vez más cerca, y más cerca, y más cerca...
     Y así fue.
     “¡Eh, Natán”, clamó don Rodrigo, “atrapa a esa india y vámonos de aquí! ¡Eha! ¡Y que vivan los Reyes!”.
     Y las naves de los dioses zarparon, o volaron quizás. Las naves terribles de los dioses terribles batieron sus  enormes alas de Lunata y comenzaron a hendir la superficie marítima del cielo verdiazul, rasgándola en su vuelo rasante hacia un Soleme crespuscular. Amplias estelas de espuma y de salitre ahuecaron los senderos rugientes de la partida.
 
 
Trofeos
   Fueron tres.
   Cuenta el mismo Bulzaca, despojado para siempre de su honor y de su amor, que las naves fueron tres. Y que sus horribles semblanzas de tortugas gigantes desaparecieron pronto ignorado, sin revancha, la tragedia desatada a sus espaldas.
     Queda la esperanza, sin embargo. Yatú lo dijo antes de ofrendarse. Dijo que Ellos volverían. Una y otra vez.
     Y no todo fue derrota. Algo de Ellos quedó entre nosotros.
     En el fragor de una victoria desesperada, algo de su misterio cayó ante mis ojos de escriba. Y toda la tribu tuvo, en su boca por mi boca, sus nombres. Para odiarlos o adorarlos. Para clamar venganza o acudir a sus encantos: Ta-Marí, La-Ní y La-Pí, fueron tal vez los extraños signos que descifré en la curvatura centrada de sus caparazones inauditos.
     También recogimos algunos de sus amuletos guerreros, abandonados en la playa tras la premura de su alejamiento. Sí, tres o cuatro de los troncos de trueno, aún calientes, con que hirieron a los nuestros. También un par de brillantes bastones cubiertos de sangre estereña, y uno de esos huevos brillantes con los que protegían sus cabezas amarillas...
     Pero Bulzaca no se resigna. Ha pedido guardar en su choza estos trofeos, porque es la forma, dice, en que el destino ha intentado comprarle su amor por Yatú. Él sabe –lo sabe bien-, que sólo servirán para alimentar su odio eterno al extranjero celestial. Mientras tanto, ora sin cesar a los antiguos espíritus por una tercera oportunidad para vengar su orgullo mutilado.
     Y un día, los mancebos de la tierra...
 
 
Epílogo
     No obstante, hay un objeto que guardé celosamente para mí, y no conformó parte de los trofeos de Bulzaca.
     Lo encontré semienterrado en la arena de la playa donde  se  libró el combate; muy cerca de las últimas huellas que los dioses dejaron marcadas en la almohada húmeda del mar, antes de su elevación horizontal.
     Como dos palillos haciendo cruz detrás de la despojada figura de un hombre semejante a nosotros, clavado en ella. Uno de los dioses, sin duda, castigado de mala muerte por el detalle de tan singular tortura.
     Lo guardé celosamente a causa del lenguaje del silencio que la mirada ciega de aquel dios caído transmitía. Todavía no he podido descifrarla. Aunque es tan dulce esa mirada, y tan inimaginable en rostro de varón, que no podré dejar de preguntarme acerca de su significado, y de las razones que habrían impulsado, trágicamente, a dar fin por esos dioses a uno de los suyos, colgándolo de aquellos maderos irreverentes.
     Después, al reingresar en la jungla camino de los esteros de Vulerich, encontré además unas cuantas varas cruzadas sobre montículos de tierra recién escarpada, que quién sabe los terrores que habrían ocultado allí los dioses. Nunca me atreveré a desenterrarlos.
     Por lo demás, y con un fuerte estremecimiento, concluyo este capítulo aferrado al cuerpo labrado del dios caído, impulsado por el raro sortilegio de su tierna mirada, y pensando si algún día la postrer profecía de Yatú volvería a cumplirse, y los dioses del cielo y del mar regresarían para quedarse en estas tierras; y, esta vez, para siempre


Adriàn Nèstor Escudero: Nació y reside en Santa Fe, Argentina Docente universitarioEnsayista y comentarista literario. Como Narrador cultiva los géneros del realismo mágico, lo maravilloso, lo fantástico, el terror, la ciencia ficción y la ficción conjetural metafísica.
 
Publicò:  Los Últimos Días (1977), Breve Sinfonía (1990) y Doctor de Mundos (2000). Inèditos:Nostalgias del Futuro; Desde el Umbral…; El Reino de los Sueños-Tomo I; Mundos Paralelos, El Emperador ha muerto; Apocalipsis Bang; Piedras; Mystagogia Narrativa); y 7 libros de cuentos en desarrollo.

Contacto: adrianesc@hotmail.com



  Manuel Lòpez Ares


Cacique Sitón  2000      

Lo que hace falta
Llueve,
salgo  a indagar el agua
y me contemplo
contemplando caracteres.
 
Veo,
escarabajos sin paraguas
gusanos de zapatos
leguleyos y alcahuetes
entre la gente honesta.
 
Pienso,
si el agua purifica
hace falta otro diluvio.
 
 
 
Puede ser
 
Encuéntrame una tarde
de pájaros sin hondas
de hombres sin el estigma
demencial en sus mentes.
Búscame entre los tréboles
y los costados   de la tierra
sobre las vías férreas
de trenes regresando.
Andurriarè caminos
contigo camarada
en el país utópico
donde los hombres juegan
a ser libres.
Lejos de los cañones
y de los generales.
Donde la vida sea un premio
no castigo
 
Simulación
 
Por sobre la pared roja
el horizonte,
simula ser
una línea recta.
 
Y veo paredes
en los comportamientos,
que simulan ser
el horizonte.
 
Sin embargo?
 
Las infinitas puertas
de la razón
ponen más obstáculos
que la fe.sabios
 
 
Y sin embargo,
los inteligentes,
los cultos,
los  sabios
y los poetas,
abren  puertas.
 
 (poemas del libro: “Claridades” - 1990)


Premio “Cacique Sitón 2000", otorgado por América Madre (AMA)
 
Manuel López Ares nació en Berisso (Bs As) en 1922. Fue un querido y recordado amigo poeta, caminador y presencia obligada en diferentes encuentros en nuestro país y el Uruguay.
Por años integró un grupo informal dedicado a las letras que se reunía los domingos por la mañana junto a Loreto Nuccetelli, Felipe Protzucov, Carlos Cazorla y Horacio Urbañski, quienes dejaron para la posteridad un compacto con parte de su producción lugareña que denominaron "Duendes Inmigrantes"
Manuel, nos dejó un valioso legado literario, plasmado en algunos de sus libros: Aforismos¨; ¨¨A fuerza de andar¨; ¨Sismos¨; ¨El tío vivo¨; ¨Berissería¨; ¨Berisseando¨, entre otros.
Falleció en julio de 2011


 Veronica Licari


Treinta años
 
Guardó
todos los recuerdos
apretados
en su cabeza …
por miedo,
por vergüenza,
por orgullo,
por indiferencia,
por engaño,
por obligación…
Hasta que estallaron,
de la peor manera;
todos juntos
se desparramaron,
lacerando su historia,
desbordando su alma.
Todos juntos,
después de treinta años.
 
 
Luna astillada
 
Luna astillada.
Aire oxidado.
Luz descarada.
Y una lluvia blanda
que carcome ….
 
Madrugada
 
Otra madrugada desteñida.
Otra madrugada helada y vacìa.
Y una hilera
de pasos
amontonados,
que desandan
el mismo camino
transitado mil veces.
 

Verònica Licari: poeta de Bell Ville (Còrdoba) Argentina


Inès Monge

                                          Irina y el mar

La luz de la aurora asoma a través de la ventana, el viento sacude el postigo de madera contra la pared, Irina siente que ha transcurrido una noche más sin lograr  descansar,  hay sueño acumulado tras sus pupilas enrojecidas, cansancio en su espalda encorvada, se levanta a desgano, todo en su vida es a desgano, desde aquel día, pero -se dijo- hoy no, no quiero recordar.
Se vistió con su túnica descolorida, arrastró tras de si su viejo chal, tomó pan y salió, como todas las mañanas, de todos sus días.
Trepó
hasta el acantilado, miró el mar y fué bajando entre piedras y dunas  hasta la franja de arena húmeda. Caminó, caminó mucho, sin más compañía que el bramar del mar, y  el grito de las gaviotas alzando el vuelo. Cuando el cansancio pudo más, se sentó sobre la arena, olas de agua  fría fueron salpicándola, tomó un trazo de pan,  lo arrojó a las gaviotas,  que ahora si se acercaban, remolinos de viento y arena la envolvía y con su permanente soledad a cuesta,  pasó a integrarse  al  paisaje.
Cuando cuerpo y mente se aquietaron, los recuerdos, agazapados en su corazón, la asaltaron. Una vez más y a su pesar, revivió la mañana que trajo a Manuel a conocer el  mar.
Chiquilín de cinco años, alegre, alborotador, intrépido, no lograba intimidarlo con nada para tenerlo cerca.
Era una hermosa mañana de sol, eso bien lo recordaba Irina.
Manuel, gorro rojo y una pelota nueva que no quiso dejar, balde, palita y a jugar, se dijo!
Irina llevó su tejido, compañero inseparable de su soledad, sus manos no sabían estar quietas, la hebra era caricia entre sus dedos.
 -¡Tía Irina, gritó jubiloso, encontré un caracol  color arco iris que te va a encantar!                       -Seguro que si,  pero no te alejes Manuel, ya sabes hasta donde puedes llegar.
-Si, ya sé tía, hasta la piedra hongo, pero también encontré, enterradas en la arena, dos monedas  muy viejas, ¿no serán de oro, de algún viejo pirata, que las perdió por aquí?
-Hay mi amor,  -le contestó riendo- cuán rica imaginación tienes, pero te diré, aún  sin verlas, que no son de oro ni las perdió ningún pirata.
Irina veía solo el gorrito que asomaba entre las piedras, el niño corría libre, contento, sorprendido de la inmensidad del mar.
 Rafael, su padre, lo trajo desde Mendoza donde vivían, de paso hacia a Buenos Aires, y  lo dejó que pasara unos días con su tía, disfrutando las vacaciones anticipadas, luego vendría con  Isabel, su esposa.
 Manuel no paraba de reír y hablar con las gaviotas, éstas parecían de nácar frente al sol, le pasaban tan cerca, el tendía sus manos pequeñitas para tomarlas, pero...ellas juguetonas  se elevaban nuevamente en el cielo azul, corría feliz, corazón alborozado.
Irina bajó la cabeza sobre el tejido, ¡que difícil me resulta este punto,! se dijo,  ¿fueron segundos, minutos? Nunca lo supo, cuando no oyó la voz de Manuel se incorporó asustada y corrió llamándolo, pero ...antes de llegar lo supo en su corazón, el gorrito se alejaba mar adentro, la pelota brillaba más lejos aún.
Manuel! Manuel!- gritó, una y otra vez, pero... el viento en espirales se llevó su voz, su grito se perdió en el rugir del mar, las gaviotas hicieron eco del llamado, se partió en mil pedazos la mañana y el corazón de Irina también.
 
 
Una pareja de jóvenes que caminaba por la playa, corrió en su ayuda, tarde... el mar devolvió un quieto querubín  con las alas mojadas.
Irina en su dolor se confunde, angustiada se pregunta,¿Fué esta mañana, ayer, o cuando?
Solo sabe que antes hacía calor, el sol quemaba, ahora ese sol es apenas tibio, ella siempre siente tanto  frío, tirita,  el chal sacudido por el viento no la protege, se aparta el pelo de la cara, una y otra vez.
Pasa horas así, acurrucada, el llanto la estremece.
De pronto, las gaviotas asustadas levantan vuelo, Irina sorprendida  siente que unos brazos fuertes la levantan, la abrazan, una voz quebrada le dice: - basta  hermana, basta ya de llanto, en estos meses ya hemos sufrido todos, tanto!
 -Recordemos a Manuel de otra manera, pensemos en el amor que de él hemos recibido y del amor que le hemos dado, ese caudal de sentimientos no puede perderse, no dejemos que el dolor se adueñe  para siempre de nuestras vidas, pensemos que Manuel, sigue –como dice su madre-  correteando por los caminitos del  cielo,  eternamente niño, mientras  enciende estrellas de esperanza.
Isabel está embarazada, me pidió te lo dijera, desea que vuelvas a la vieja casa, tenemos que esforzarnos y entre todos... volver a colgar el sol en las ventanas.
 - Pero, es que yo, Rafael.....
 -No digas nada y no llores más Irina, recordemos a Manuel con el corazón en paz, buscando y encontrando calma.
 
 
“No vemos a los ángeles: pero en las avenidas oscuras de la angustia, se acercan y nos llaman”
¡Se  parecen a ellos  las  personas queridas,  y  no  son sino ángeles  los seres  que  nos  aman!

Inés Monge : Nació  en Jovita, provincia de Córdoba..Narradora de cuentos para niños en Biblioteca Sarmiento,  (Jovita). Realizó exposición de fotos en adhesión “Encuentro De Teatro” en Sdad. Italiana de Jovita.
Publicò:  "Aún es tiempo…de contar historias”“Andando en un tiempo, sin tiempo” “Recuerdos de familia” 
Contacto inesg@jovitacoop.com.ar 


Manuel Quieto


Letras en el Rock Argentino
 La Primavera

La Mancha de Rolando

Dicen que se viene una tormenta 
Que la calle está desierta 
Que tenemos que dormir. 

Dicen que el peligro nos acecha 
Pero el peligro son ellos 
Y por eso hay que seguir. 

Y en un abrir y cerrar 
Honraremos la muerte de los combatientes. 

Pueden usar sus armas contra mí 
Cortar todas las flores del jardín 
Pero no detendrán la primavera. 

Pueden balearme contra una pared 
Como lo hicieron ayer con el Che 
Y no muero. 

Llevo una y mil vidas esperando 
Encontrar a mis hermanos 
Brindar por su libertad 

Se que soplarán mejores vientos 
Porque cambiaron los tiempos 
Y nos merecemos más. 

Y en un abrir y cerrar 
Honraremos la muerte de los combatientes. 

Pueden usar sus armas contra mí 
Cortar todas las flores del jardín 
Pero no detendrán la primavera. 

Pueden balearme contra una pared 
Como lo hicieron ayer con el Che 
Y no muero. 

Pueden usar sus armas contra mí 
Cortar todas las flores del jardín 
Pero no detendrán la primavera. 

Pueden balearme contra una pared 
Como lo hicieron ayer con el Che 
Y no muero.
(del CD. "Los Libres" -  2012)


Manuel Quieto: es un cantante, músico, pintor y compositor de rock argentino. Es reconocido por ser el vocalista y líder fundador de la agrupación de rock barrial, .La Mancha de Rolando desde 1991 hasta la fecha.
Músico autodidacta que empezó muy joven, a los 15 años, a dedicarse a su vocación. Su padre, Osvaldo "el Vasco" Quieto, también militaba en Montoneros y, a la sazón, novió por aquellos años con la hoy jueza María Servini de Cubría. Otro hermano de su padre, Carlos, continúa hoy desaparecido. ancha de Rolando desde 1991 hasta la fecha.
 La banda se formó en 1991 en Avellaneda. El origen del nombre de la agrupación nunca fue confirmado por sus  integrantes; pero se presume que el nombre surge como homenaje, a un joven fallecido en Avellaneda, llamado Nicolás Rolando, que en una de sus mejillas tenía una mancha hepàtica de nacimiento. Luego de fallecido este joven, comenzaron a verse pintadas callejeras en la ciudad de Avellaneda, con el nombre de la banda, aproximadamente entre los años 1988 y 1989


Libros


Ciudad Blanca (poesía), de Lelia Recalde Deponti. Còrdoba (Argentina).
100 pàg. . IBSN 979-987-1894-34-5.
El Mensù Ediciones. Villa Marìa (Còrdoba).
Argentina 2014.-

 
Cada tanto la infancia
 
Chapoteo en los charcos
con mis hermanos
una y otra vez
mojo los pies en ese recuerdo
 
Luego
con terquedad y sin sentido
los convierto
en un lago sin memoria
 
                             pág. 16
 

 
Reprimo palabras
dejo la mirada
en la alfombra del párpado
encierro los días
en memorias ajenas
como una gata alegartada
en el abstracto mundo
de la indiferencia
 
                     pàg. 33
 

 
Eres principio y fin
de mi existencia
sangre
alimento
enajenación
luz
que quema
de la vida, la piel
 
                 pàg. 56
 
 

 
 
Gotas purpúreas
gemidos del atardecer
tiñen las palabras
 
El desairado deseo
la inseparable inquietud
es un cóctel impiadoso
que deja inerte el cuerpo
 
El adiós
un breve vocablo sin sabor.
 
                         pág. 92
 
 
 Oxidadas palabras
deshacen cada letra
      de un septiembre
                sepultado
 
                     pàg. 94
 
 
                           Lelia Recalde Deponti


Lelia Recalde Deponti. Naciò en Villa Dolores (Còrdoba) Argentina. Reside en la actualidad en Còrdoba. Poeta y narradora


Lidia Leticia Risso



Los muertos vivos
 
Implosionan
sus huesos cansados,
incursionan
como harapos,
que saltan deshilachados,
como los sapos
que se aferran
a la vida,
cruzando los charcos
y sin despedidas
 
Sin razonar,
que la sublime
salida,
podría ser
el mejor resultado
 
Porque
no hay razón
que se precie
de razón,
si se miente,
aunque yazca
perimida
 
Súplicas
que ni el dolor
ni el olor,
escuchan,
ni por ende,
subestiman
 
El temor
que se resiste,
al amor obsoleto,
que se desviste
 
Mientras
el valor se desvela,
la razón no se serena
y los días y las noches,
siguen siendo veladas,
a la luz de un candelabro,
envuelto, en temibles
llamaradas
 
Se lleva el silencio
 
 
Risueño espera
y se lleva, el silencio
 
Mientras…,
mariposas vaporosas,
sobrevuelan el espacio,
sin emitir murmullos
 
Los capullos se abren
y los ángeles dormitan,
sus cabelleras,
llenas de rulos
 
Las nubes,
suaves se deslizan,
casi se paralizan,
para que no despierte
el sueño….,ese…,
que tiene dueño
 
Suenan violines,
sus invisibles sonidos
y sus partituras aparecen,
como no disponibles
 
Errantes autores,
bizarros escritores
y benefactores de duendes,
vagan por doquier,
chequeando el dossier,
en los alrededores
 
El Universo,
pacta con el éxtasis
y el clímax con el conjuro,
con los del mas allá,
con los del más acá
y con los del futuro
 
Los sueños
del Caballero Andante
 
Caballero andante,
dueño,
de tu locura,
cuanta amargura
encubierta,
hubieres convertido,
en puñados de ternura,
con la premura
de un sabio
y las huestes,
de un valiente
 
Llevaste…,
dentro
de tu armadura,
aditivos,
que señalan,
las condiciones
de tu bravura
y puñados de osadía,
que formaban,
cofradías de entereza,
de ayer,
de hoy
y de siempre
 
Cuantos molinos
habrás recorrido
y cuántos,
hermosos sueños,
te habrán invadido
 
Y cuántos otros,
bañados de olvido,
en un rincón
inmerecido,
hubieren
permanecido,
abigarrados
por siempre
 
Cuando la luna
caminaba tus pasos,
o cuando las estrellas
cayeren.. fugaces,
¿sabían
que tú presuroso,
correrías
a sus brazos,
para sentarlas
en fila
y regalarle
zapatos?


Lidia Leticia Risso: Naciò en Buenos Aires (Argentina). Poeta.
Publicò: " Retazos (2011), "Huellas" (2011), ambos digitales," Luces y Sombras" (2011), digital e impreso

Ana Elisabeth Tejeda Iszczuk


Lavo-sueños

Cuando lave mi sueño
mirando desde adentro,
calmarè el fuego de la aséptica despedida.
Suelo recordar como juegan los dedos en tu pelo,
como haces el café,
como te calzan los lentes de lectura,
tus pies siempre tibios( para mi consuelo ).
Cuando lave mi sueño
mirando desde adentro,
talvéz 
tu sueño haya rotado con el viento sur,
y sea invierno ..
 
Siesta

Tengo un Adiós
declinando
en la garganta,
en la vana espera
de medir 
las fuerzas.
quien lo dice
o quien lo calla,
es la vanidosa
cobardía
del ausente.
Nadie ganará,
si ya es ausencia.
Si ya es huella
del camino andado,
o sombra
del efímero juego
de algún fuego,
que quemó
en brazas
la penúltima
chispa
resguardada.
Cuando grite
el Adiós
será temible,
ya que no hay
retornos,
ni disculpas.
solo el fallo
humano
de saber
que vanos
fuimos,
intentando 
rescatarnos
de uno
mismo.-

Aquello

No llueve
y deberìa.
Hay pequeños hechos que solo dejan de acontecer.
La flor ausente,
el silencio ocupado por el ruido.
La sonrisa perdida,
el recuerdo olvidado.
Dejan de acontecer,
solo los salvan ,en algunas circunstancias,
las viejas fotos y las canciones
que no huyen del pasado.


Ana  Elisabeth Tejeda Iszczuk :  Rìo Ceballos (Còrdoba) Argentina. Poeta


 

     
    
              

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